RITUAL DE LAS EXEQUIAS


Capítulo III


CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS EN LA IGLESIA


Misa exequial

35. Es conveniente que el sacerdote se dirija a la puerta de la iglesia y; después de saludar con afecto a los presentes, asperge el cuerpo y, según las circunstancias, puede decir úna de las invitaciones de las pp. 253-263 (o palabras semejantes) o bien una de las oraciones de las pp. 217-224.

La Misa exequial puede celebrarse todos los días, excepto las solemnidades de precepto, el Jueves Santo, duran­te el Triduo Pascual y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua (cf. OGMR n. 380).


Ritos iniciales


36. De acuerdo con la Ordenación General del Misal Romano, al entrar en la iglesia y al comenzar la Misa, habitualmente habrá un solo canto. Si parece oportuno, por motivos pastorales puede añadirse otro canto, o emplear uno de los responsorios de las pp. 303-304.

37. Según las circunstancias, consérvese la costumbre de colocar al difunto en la misma posición que ocupaba en la asamblea litúrgica, es decir: los laicos de cara al altar, y los ministros sagrados, de cara al pueblo.

Sobre el féretro puede colocarse el libro de los Evangelios, la Biblia o una cruz. Si la cruz del altar es bien visible desde la nave de la iglesia, no ha de colocarse otra cruz cerca del féretro. Alrededor del féretro pueden colocarse algunos cirios encendidos, o bien, solamente el cirio pascual a la cabecera del difunto.

Las oraciones presidenciales de la Misa se toman del Misal romano, pp. 1099-1106.


Liturgia de la Palabra


38. Después de los ritos iniciales se celebra la liturgia de la Palabra, en la que pueden proclamarse dos lecturas de las cuales la segunda se toma del Evangelio, o bien tres lecturas, la primera de las cyales será del Antiguo Testamento y la tercera del Evangelio.

En el volumen IV del Leccionario de la Misa (pp. 897-965) se encuentran numerosas lecturas que pueden utilizarse de acuerdo con las circunstancias, si no se emplean las que se proponen más abajo o en el leccionario de este Ritual (pp. 169-214).

Después de la primera lectura se canta o reza el salmo responsorial que mejor responda a la índole de la lectura precedente.


39. Se puede omitir el canto del Aleluia, si así lo aconsejan motivos pastorales, y siempre se lo omite en Cuaresma.

I

Lectura de la profecía de Daniel     12, 1-3

Los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán

    En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, irnos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno. Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

41, 2. 3. 5bc

Ant. Entraré en el lugar admirable y llegaré hasta la casa de Dios.

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios. R.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios? R.

¡Cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hada la casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza! R.


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto     4, 14 -- 5, 1

Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno

    Hermanos: Nosotros sabemos que Aquél que resudtó al Señor Jesús nos resudtará con Él y nos reunirá a su lado junto con ustedes.
    Todo esto es por ustedes: para que al abundar la grada, abunde también el número de los que partidpan en la acdón de gradas para gloria de Dios.
    Por eso, no nos desanimamos: aunque nuestro hombre exterior se vaya destruyendo, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Nuestra angustia, que es leve y pasajera, nos prepara una gloria eterna, que supera toda medida. Porque no tenemos puesta la mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles: lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno.
    Nosotros sabemos, en efecto, que si esta tienda de campaña -nuestra morada terrenal- es destruida, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios.

Palabra de Dios.

Aleluia

Ap 1, 5a-6b

Aleluia
Jesucristo es el Primero que resucito
de entre los muertos,
¡a Él sea la gloria y el poder
por los siglos de los siglos! Amén.
Aleluia.

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     23, 44-46. 50. 52-53; 24, 1-6a

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

    Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.
    Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.
    El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removidala piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
    Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado».

Palabra del Señor.

O bien:

II

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     2, 8-13

Si hemos muerto con él, viviremos con él

    Querido hijo: Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Ésta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a fin de que ellos también alcancen la salvación que está en Cristo Jesús y participen de la gloria eterna.
    Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con Él, viviremos con Él. Si somos constantes, reinaremos con Él. Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros. Si somos infieles, Él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

62, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 8-9

Ant. ¡Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío!

Señor, Tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
Mi alma está unida a tí,
tu mano me sostiene. R.

Aleluia

Ap 14, 13

Aleluia.
¡Felices los que mueren en el Señor!
Ellos pueden descansar de sus fatigas,
porque sus obras los acompañan.
Aleluia.

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     23, 33. 39-43

Hoy estarás conmigo en el Paraíso

    Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», crucificaron a Jesús junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
    Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que El? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu reino».
    Él le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Palabra del Señor.

O bien:

III

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma     14, 7-9. 10b-12

Tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor

    Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.
    Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios, porque está escrito: «Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará gloria a Dios», dice el Señor.
    Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo a Dios.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

24, 4-5ab. 6-7bc. 20-21

Ant. ¡A ti, Señor, elevo mi alma!

Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque Tú eres mi Dios y Salvador. R.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
Por tu bondad, Señor,
acuérdate de mí según tu fidelidad. R.

Alivia las angustias de mi corazón,
y sácame de las tribulaciones.
Defiende mi vida y líbrame:
que no me avergüence de haber confiado en ti. R.

Aleluia

Jn 6, 40

Aleluia.
Ésta es la voluntad de mi Padre:
que el que ve al Hijo y cree en Él,
tenga Vida eterna
y que Yo lo resucite en el último día.
Aleluia.

Evangelio

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     6, 37-40

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio

    Jesús dijo a la gente: Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí Yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de Aquél que me envió. La voluntad del queme ha enviado es que Yo no pierda nada de lo que Él me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en Él, tenga Vida eterna y que Yo lo resucite en el último día.

Palabra del Señor.



Homilía

40. Después del Evangelio habrá una breve homilía excluyendo todo género de panegírico. Téngase especial cuidado pastoral de quienes, con ocasión de las exequias, asisten a la celebración y pueden no ser católicos o católicos que nunca, o casi nunca participan de la Eucaristía. Luego de la homilía se puede guardar un momento de silencio.


Oración de los fieles


41. A continuación de la homilía ae hará la Oración universal u Oración de los fieles. Puede tomarse uno de los siguientes formularios o también, los señalados en las pp. 235-250 para circunstancias más particulares.

I

Hermanos: Invoquemos confiadamente a Dios todopoderoso, que resucitó de entre los muertos a su Hijo Jesús para salvar a vivos y difuntos.

A cada intención respondemos: Escúchanos Señor.

- Por nuestro(a) difunto(a) N., que recibió en el Bautismo el germen de la Vida eterna, para que el Señor le conceda ser compañero(a) de los santos. Oremos.

- Por este(a) hermano(a) nuestro(a) que se alimentó con el Cuerpo de Cristo, Pan de Vida eterna, para que el Señor lo(a) resucite en el día final. Oremos.

- Por las almas de nuestros hermanos, parientes y bienhechores difuntos, para que el Señor les permita contemplar el resplandor de su rostro. Oremos.

- Por todos los que durmieron con la esperanza de la resurrección, para que el Señor los reciba con amor en su casa. Oremos.

- Por todos los difuntos de esta comunidad cristiana, para que el Señor nos conceda reencontramos con todos ellos en la gloria de su Reino. Oremos.

Señor, te pedimos
que escuches la oración que te dirigimos
por las almas de nuestros hermanos y hermanas difuntos,
perdona sus faltas y hazlos participar de tu redención.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.


O bien:

II

Hermanos: Unámonos fraternalmente para hacer nuestra oración; pidamos no sólo por nuestro(a) hermano(a) difunto (a), sino también por la Iglesia, por la paz del mundo y por nosotros mismos.

A cada intención respondemos: Señor, escucha y ten piedad.

- Por los pastores de toda la Iglesia, para que lo que predican con su palabra, lo practiquen en su vida. Oremos.

- Por los gobernantes de los pueblos, para que promuevan la justicia y la paz. Oremos.

- Por todos los que sufren física o espiritualmente, para que que nunca se sientan abandonados por Dios. Oremos.

- Por N., su hijo(a) difunto(a), para que el Señor olvide los pecados de este(a) hijo(a) suyo(a) y lo reciba con amor en su morada eterna. Oremos.

- Por los familiares y amigos de N., para que experimenten el consuelo y la paz de Jesús que acompaña el camino de nuestra vida. Oremos.

- Por nuestros parientes y bienhechores difuntos, para que el Señor les permita contemplar el resplandor de su gloria. Oremos.

Dios, Creador y Redentor de todos los fieles,
concede a tus hijos difuntos la remisión de todos sus pecados;
para que, mediante nuestras súplicas,
obtengan el perdón que siempre desearon.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.



Liturgia Eucarística

42. Después de la Oración de los fieles sigue la Misa como de costumbre, teniendo en cuenta lo siguiente:

a) Donde se acostumbra, puede hacerse la procesión de los fieles para la presentación de los dones cuidando su significación eucarística.

b) Se toma el prefacio de difuntos. En las plegarias eucarísticas tómense las partes especialmente señaladas para nombrar a los difuntos.

c) Se recomienda que los fieles debjdamente preparados; especialmente los familiares del difunto, participen por la sagrada comunión en el Sacrificios Eucarístico ofrecido por el difunto.


Última recomendación y despedida


43. Terminada la oración después de la comunión o, si no se ha celebrado el Sacrificio Eucaristía», acabada la liturgia de la Palabra, el sacérdote, revestido de casulla o capa pluvial, procede al rito de la última recomendación y despedida.

De pie, junto al féretro, mirando hada el pueblo y teniendo a su lado a los ministros que llevan el agua bendita y el incienso, el sacerdote dice uno de los formularios que siguen u otras palabras semejantes, acomodadas a las rircunstancias (otras variantes se encuentran en las pp. 253-263):

Para un difunto cristiano:


Hermanos: Con la certeza que nos da la fe y con la esperanza de la Vida eterna, encomendemos a la infinita misericordia de Dios a nuestro(a) hermano(a) que se ha dormido en la paz de Cristo.
Acompañemos con nuestras oraciones a quien, por medio del Bautismo, recibió la adopción de los hijos de Dios y se alimentó en la mesa del Señor, para que ahora merezca la herencia eterna prometida a los santos y participe en el banquete celestial.
Oremos también por nosotros mismos, que ahora lloramos afligidos, para que, junto con nuestro(a) hermano(a), podamos un día salir al encuentro de Cristo, nuestra Vida, cuando él se manifieste en la plenitud de su gloria.


Para un difunto cristiano que será inhumado o sepultado:

Dios todopoderoso ha llamado de esta vida a su presencia a este(a) hermano(a) nuestro(a). Ahora, nosotros depositaremos su cuerpo en el sepulcro (para que vuelva a la tierra de la cual fue formado).
Pero tengamos en cuenta que Cristo, tí primero en resucitar de entre los muertos, transformará nuestro cuerpo corruptible en un cuerpo glorioso semejante al suyo. Encomendemos, entonces, a nuestro(a) hermano(a) para que el Señor lo(a) reciba en su paz y resucite su cuerpo en el día final.


Para un difunto que vivió alejado de la fe y será inhumado:

Hermanos: Mientras realizamos el piadoso ministerio de enterrar a los muertos, roguemos confiadamente a Dios, fuente de toda vida, para que revista con la fortaleza y la gloria de los santos a este(a) hermano(a) nuestro(a), a quien sepultamos en la debilidad de la carne.
Pidámosle que tenga misericordia de él(ella) en el día del juicio; que lo(a) absuelva de toda culpa para que, reconciliado(a) con el Padre, sea llevado(a) sobre los hombros del Buen Pastor hasta su reino eterno, para gozar de su compañía y la de todos los santos.


Para un difunto que será cremado:

Hermanos: Supliquemos ahora con fe a Dios nuestro Padre de quien viene la gracia de la misericordia. Entregamos ahora el alma de nuestro hermano(a) N. al Señor de la vida. Deseamos que, librado(a) de toda culpa experimente la comunión de los santos y que Jesús, nuestro Camino, Verdad y Vida lo conduzca a la morada preparada por el Padre desde la eternidad.
Roguemos para que el dolor que nos causa la ausencia de N. se mitigue con la esperanza verdadera, la serenidad y la paz que nos da el Evangelio de Jesús.


Para toda circunstancia:

Hermanos: Acompañaremos ahora a N. al lugar de su descanso eterno. Mientras lo hacemos, recordamos los momentos que compartimos con él(ella); especialmente las ocasiones en que N. nos acompañó a nosotros en las circunstancias duras de la vida. Su ausencia nos duele, pero el Señor, nuestro Dios, nos garantiza la esperanza. Porque él triunfó sobre la muerte y nos llamó a creer en su resurrección y en su Vida para experimentarla también nosotros. Pidámosle al Señor por intercesión de María Santísima, nuestra Madre y Madre de N. que tengamos la serenidad y la paz que surgen de la fe.

Y todos oran en silencio por unos momentos.


Aspersión e incensación


44. Después se asperge e inciensa el cuerpo, a no ser que prefiera hacerse después del canto de despedida. Este rito se omite si se hará junto al sepulcro. (pp 107)


Canto de despedida

A continuación se entona uno de los siguientes cantos responsoriales:

I

Vengan en su ayuda, santos de Dios; salgan a su encuentro, ángeles del Señor.
* Reciban su alma y llévenla a la presencia del Altísimo.

V. Cristo que te llamó, te reciba y los ángeles te conduzcan al seno de Abraham.
* Reciban su alma y llévenla a la presencia del Altísimo.

V. Concédele, Señor, el descanso eterno y brille para él(ella) la luz que no tiene fin.
* Reciban su alma y llévenla a la presencia del Altísimo.

II

Te rogamos, Señor y Dios nuestro, que recibas el alma de este(a) difunto(a), por quien derramaste tu sangre.
* Recuerda, Señor, que somos polvo y que el hombre es como la hierba y la flor del campo que se marchita.

V. Estoy atemorizado por mis pecados y me avergüenzo ante ti esperando tu misericordia.
* Recuerda.

III

Señor, tú me conociste antes de haber nacido y me hiciste a tu imagen y semejanza.
* Ahora, a ti, que eres mi Creador, te entrego mi alma.

V. Estoy atemorizado por mis pecados y me avergüenzo ante tu juicio; no me condenes, Señor.
* Ahora.

IV

Creo que mi Redentor vive y que en el último día surgiré de la tierra.
* Y con mi cuerpo contemplaré a Dios, mi Salvador.

V. Seré yo mismo quien lo mire, no otro; mis ojos lo verán.
* Y con mi cuerpo.

V. Por eso conservo esta esperanza en el fondo de mi corazón.
* Y con mi cuerpo.

Puede entonarse otro canto tomado de las pp. 307-334 u otro canto adecuado.


Oración


45. Luego el sacerdote dice una de las siguientes oraciones (se puede ómitir lo qué está entre corchetes):

I

Padre de Bondad, en tus manos,
encomendamos el alma de nuestro(a) hermano(a),
sostenidos por la esperanza
de que en el último día resucitará con Cristo,
junto con todos los que han muerto con él.
[Te damos gracias por todos los beneficios
con que lo(a) favoreciste en esta vida mortal;
beneficios que para nosotros
se convertirían en signos de tu bondad
y de la comunión de todos los santos con Cristo.]
Por eso, Señor,
escucha con misericordia nuestros ruegos:
abre para tu hijo(a) las puertas del Paraíso;
concédenos, a los que permanecemos en esta vida,
la gracia de poder consolamos mutuamente con palabras de fe
[hasta que lleguemos a Cristo,
y así podamos vivir siempre contigo y con este(a) hermano(a) nuestro(a).]
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.


O bien:

II

Señor, te encomendamos el alma de tu hijo(a) N.,
aunque él(ella) está muerto(a) ante nosotros,
sin embargo vive en tu presencia;
por tu inmensa bondad, perdónale los pecados
que ha cometido por su humana fragilidad.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.


Salida de la iglesia

46. Dicha la oración, mientras el féretro es retirado de la iglesia, se pueden cantar las antífonas que se indican en el número siguiente.

47. Pero, si el sacerdote y la asamblea acompañan al cortejo fúnebre, la última recomendación y despedida pueden hacerse en el sepulcro. En este caso, una vez dicha la oración después de la comunión o, si no se celebra la liturgia eucarística, concluida la liturgia de la Palabra, el cuerpo es retirado de la iglesia.

Mientras tanto, se pueden decir una de estas antífonas:

I

Al Paraíso te lleven los ángeles:
Que a tu llegada te reciban los mártires
y te introduzcan en la ciudad santa de Jerusalén.

II

Que el coro de los ángeles te reciba
y junto con Lázaro, que vivió pobre en la tierra,
tengas un descanso eterno.

III

Yo soy la Resurrección y la Vida.
El que cree en mí, aunque muera, vivirá.
Y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente.


Con estas antífonas pueden cantarse versículos de salmos o estrofas adecuadas.

48. Si el sacerdote no puede acompañar el cortejo fúnebre al cementerio, los mismos fíeles podrán rezar o cantar, especialmente los salmos indicados en el Apéndice V, pp. 278-302 algún cantó apropiado como los indicados en el Apéndice VI, pp. 307-334 u otras oraciones propias de la piedad cristiana.


Procesión


49. En la procesión hada el cementerio se pueden cantar salmos con las correspondientes antífonas. Pueden tomarse de las pp. 278-302.
 



Liturgia de la Palabra, sin Misa

50. Si la liturgia de la Palabra se celebra sin el Sacrificio Eucarístico, sígase el rito que se describe a continuación, tomando los elementos necesarios que se han expuesto desde el n. 36 hasta el n. 41 inclusive.

Después del canto de entrada se saluda al pueblo y se dice la oración, a no ser que motivos pastorales aconsejen hacer una breve monición.

Sigue la liturgia de la Palabra como de costumbre. Las razones pastorales aconsejarán si utilizar una, dos o tres lecturas. En los dos últimos casos, respétese el salmo responsorial como oración posterior a la primera lectura y la última lectura tómese siempre del Evangelio. En el caso de tomar tres lecturas, la primera será del Antiguo Testamento.

Después del Evangelio habrá una breve homilía, excluyendo todo género de panegírico y teniendo especial cuidado pastoral de quienes, con ocasión de las exequias, asisten a la celebración y pueden no ser católicos o católicos que nunca o casi nunca participan de la Liturgia.Luego de la homilía se puede guardar un momento de silencio.

Seguidamente se hace la Oración de los fieles, que concluye con la oración del sacerdote o diácono, y luego todos recitan el Padrenuestro.

Se continúa con la última recomendación y despedida (n. 43 ss., pp. 84-86). Pero, si el sacerdote y los fieles han de acompañar el cortejo fúnebre hasta el cementerio, la última recomendación y despedida puede hacerse junto al sepulcro. En este caso, acabada la liturgia de la Palabra, se arma la procesión de acuerdo con lo indicado en el n. 46 ss p. 89.