Común de la Sma. Virgen María
LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS
I Vísperas
HIMNO
Salve, del mar Estrella,
salve, Madre sagrada
de Dios y siempre virgen,
puerta del cielo santa.
Tomando de Gabriel
el «Ave», Virgen alma,
mudando el nombre de Eva,
paces divinas trata.
La vista restituye,
las cadenas desata,
todos los males quita,
todos los bienes causa.
Muéstrate madre, y llegue
por ti nuestra esperanza
a quien, por darnos vida,
nació de tus entrañas.
Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
libres de culpa, infunde
virtud humilde y casta.
Vida nos presta pura,
camino firme allana,
que quien a Jesús llega
eterno gozo alcanza.
Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
una a los tres le demos,
y siempre eternas gracias. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Dichosa eres, Virgen María, que llevaste en tu seno al Creador del universo. (T. P. Aleluya.)
Salmo 112
ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR
Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. (Lc 1, 52)
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
Se puede repetir la antífona.
Ant. 2. Engendraste al que te creó y permanecerás virgen para siempre. (T. P. Aleluya.)
Salmo 147
RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN
Ven y te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. (Ap 21, 9)
Glorifica al Señor, Jerusalén;
+ alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Se puede repetir la antífona.
Ant. 3. Tú eres la mujer a quien Dios ha bendecido, y por ti hemos recibido el fruto de la vida. (T. P. Aleluya.)
Cántico Ef 1, 3-10
PLAN DIVINO DE LA SALVACIÓN
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas
tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Se puede repetir la antífona.
LECTURA BREVE (Ga 4, 4-5)
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
RESPONSORIO BREVE
Fuera del tiempo pascual:
V. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta.
R. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta.
V. Madre de Dios, intercede por nosotros.
R. ¡Oh Virgen!, has permanecido intacta.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta.
Tiempo pascual:
V. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta. Aleluya, aleluya.
R. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta. Aleluya, aleluya.
V. Madre de Dios, intercede por nosotros.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Antífona: El Señor ha mirado mi humillación y el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. (T. P. Aleluya.)
O bien: Me felicitarán todas las generaciones, porque Dios ha mirado la humillación de su esclava. (T. P. Aleluya.)
PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
O bien:
Mira a la llena de gracia y escúchanos.
Señor, Dios nuestro, admirable siempre en tus obras, que has querido que la inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
haz que todos tus hijos deseen y caminen hacia esta misma gloria.
Tú que nos diste a María por madre, concede por su mediación salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores
y a todos abundancia de salud y de paz.
Tú que hiciste de María la llena de gracia,
concede la abundancia de tu gracia a todos los hombres.
Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que coronaste a María como reina del cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.
Confiando en el Señor, que hizo obras grandes en María, pidamos al Padre que colme también de bienes al mundo hambriento: Padre nuestro.
O bien:
Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
O bien:
Mira a la llena de gracia y escúchanos.
Tú que hiciste de María la madre de misericordia,
haz que los que viven en peligro o están tentados sientan su protección maternal.
Tú que encomendaste a María la misión de madre de familia en el hogar de Jesús y de José,
haz que por su intercesión todas las madres fomenten en sus hogares el amor y la santidad.
Tú que fortaleciste a María cuando estaba al pie de la cruz y la llenaste de gozo en la resurrección de su Hijo,
levanta y robustece la esperanza de los decaídos.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras en su corazón y fuera tu esclava fiel,
por su intercesión haz de nosotros siervos fieles y discípulos dóciles de tu Hijo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que coronaste a María como reina del cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
Oración
Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Tiempo ordinario:
Señor Dios todopoderoso, haz que, por la intercesión de santa María, la Virgen, nosotros, tus hijos, gocemos de plena salud de alma y cuerpo,
vivamos alegres en medio de las dificultades del mundo y alcancemos la felicidad de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Perdona, Señor, las culpas de tus fieles y haz que quienes no logramos agradarte con nuestros actos seamos salvados por la intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Que vive y reina contigo.
O bien:
Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Que venga en nuestra ayuda, Señor, la poderosa intercesión de la Virgen María; así nos veremos libres de todo peligro y gozaremos de tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Concédenos, Señor, la valiosa intercesión de la Virgen María, cuya gloriosa memoria hoy celebramos, y danos parte en los dones de tu amor por la intercesión de aquella a la que hiciste llena de gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Te pedimos, Señor, que la maternal intercesión de la Madre de tu Hijo libre de los males del mundo y conduzca a los gozos de tu reino a los fieles que se alegran al saberse protegidos por la Virgen María. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Tiempo de Adviento:
Señor, Dios nuestro, que ante el anuncio del ángel quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de la Virgen María, escucha nuestras súplicas, y haz que sintamos la ayuda de María pues creemos que ella es la verdadera madre de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo.
Tiempo de Navidad:
Señor, Dios nuestro, que por la maternidad virginal de María has dado a los hombres los tesoros de la salvación, haz que sintamos la intercesión de la Virgen Madre, pues por ella recibimos ya al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Que vive y reina contigo.
Tiempo de Cuaresma:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Perdona, Señor, los pecados de tus fieles y, ya que nuestros actos no pueden complacerte, sálvanos por intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina contigo.
Tiempo pascual:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
Oficio de lectura
HIMNO
Lucero de la mañana,
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y rica.
Sois pastora de tal suerte,
que asegurais los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
librais las almas de guerra,
como poderosa y rica.
Si vuestro ejemplo tomasen
las pastoras y pastores,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más rica. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador. (T. P. Aleluya.)
Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura
contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
Ant. 1: María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador. (T. P. Aleluya.)
Ant. 2: El Altísimo consagra su morada. (T. P. Aleluya.)
Salmo 45
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia:
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Ant. 2: El Altísimo consagra su morada. (T. P. Aleluya.)
Ant. 3: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María! (T. P. Aleluya.)
Salmo 86
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere las puertas de Sión
a todas las moradas de Jacob.
¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles;
filisteos, tirios y etíopes han nacido allí.»
Se dirá de Sión: «Uno por uno todos han nacido en ella;
el Altísimo en persona la ha fundado.»
El Señor escribirá en el registro de los pueblos:
«Éste ha nacido allí.» y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes están en ti.»
Ant. 3: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen
María! (T. P. Aleluya.)
V. María conservaba todas estas cosas. (T. P. Aleluya.)
R. Meditándolas en su corazón. (T. P. Aleluya.)
Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciará de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo:
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Se puede repetir la antífona.
Ant. 2.
Tú eres la gloria de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestra raza. (T. P. Aleluya.)Alabad al Señor sus siervos todos. (Ap 19, 5)
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;.
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Se puede repetir la antífona.
Ant. 3. ¡Alégrate, Virgen María! Tú llevaste en el seno a Cristo, el Salvador. (T. P. Aleluya.)
Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Se puede repetir la antífona.
LECTURA BREVE Is 61, 10
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas.
RESPONSORIO BREVE
Fuera del tiempo pascual:
V. El Señor la eligió y la predestinó.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
V. La hizo morar en su templo santo.
R. Y la predestinó.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
Tiempo pascual:
V. El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya, aleluya.
R. El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya, aleluya.
V. La hizo morar en su templo santo.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió y la predestinó. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Por Eva se cerraron a los hombres las puertas del paraíso, y por María Virgen han sido abiertas de nuevo. (T. P. Aleluya.)
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada,
líbranos de toda ocasión de pecado.
Salvador del mundo, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Señor Jesús, que colgado en la cruz entregaste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
O bien:
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu redención preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado,
líbranos también a nosotros de toda culpa.
Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Palabra eterna del Padre, que enseñaste a María a escoger la parte mejor,
ayúdanos a imitarla y a buscar el alimento que perdura hasta la vida eterna.
Rey de reyes, que elevaste contigo a tu Madre en cuerpo y alma al cielo,
haz que aspiremos siempre a los bienes celestiales.
Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina,
danos el gozo de tener parte en su gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
Oración
Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Tiempo ordinario:
Señor Dios todopoderoso, haz que, por la intercesión de santa María, la Virgen, nosotros, tus hijos, gocemos de plena salud de alma y cuerpo, vivamos alegres en medio de las dificultades del mundo
y alcancemos la felicidad de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Perdona, Señor, las culpas de tus fieles y haz que quienes no logramos agradarte con nuestros actos seamos salvados por la intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y
reina contigo.
O bien:
Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Que venga en nuestra ayuda, Señor, la poderosa intercesión de la Virgen María; así nos veremos libres de todo peligro y gozaremos de tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Concédenos, Señor, la valiosa intercesión de la Virgen María, cuya gloriosa memoria hoy celebramos, y danos parte en los dones de tu amor por la intercesión de aquella a la que hiciste llena de gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Te pedimos, Señor, que la maternal intercesión de la Madre de tu Hijo libre de los males del mundo y conduzca a los gozos de tu reino a los fieles que se alegran al saberse protegidos por la Virgen María. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Tiempo de Adviento:
Señor, Dios nuestro, que ante el anuncio del ángel quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de la Virgen María, escucha nuestras súplicas, y haz que sintamos la ayuda de María pues creemos que ella es la verdadera madre de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo.
Tiempo de Navidad:
Señor, Dios nuestro, que por la maternidad virginal de María has dado a los hombres los tesoros de la salvación, haz que sintamos la intercesión de la Virgen Madre, pues por ella recibimos ya al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Que vive y reina contigo.
Tiempo de Cuaresma:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Perdona, Señor, los pecados de tus fieles y, ya que nuestros actos no pueden complacerte, sálvanos por intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina contigo.
Tiempo pascual:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
hora intermedia
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
HIMNO
SALMODIA
Antífona
Tercia: Todos se dedicaban a la oración en común, con María, la madre de Jesús.
Sexta: Dijo la madre de Jesús: «Haced lo que él diga.»
Nona: Dijo el Señor a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.»
LECTURA BREVE
Tercia So 3, 14.15b
Regocíjate, hija de Sión; salta y grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de
todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti.
V. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios.
R. Y la cumplen.
La oración conclusiva como en las Laudes
Sexta Za 9, 9a
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén. Mira a tu rey que viene a ti,
justo y victorioso.
V. Dichoso el seno de santa María Virgen.
R. Que llevó al Hijo del eterno Padre.
La oración conclusiva como en las Laudes
Nona Jdt 13, 31
Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones. Cuantos oigan
tu nombre quedarán asombrados.
V. Bendita tú entre las mujeres.
R. Y bendito el fruto de tu vientre.
La oración conclusiva como en las Laudes
CONCLUSIÓN
Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
II Vísperas
HIMNO
Salve, del mar Estrella,
salve, Madre sagrada
de Dios y siempre virgen,
puerta del cielo santa.
Tomando de Gabriel
el «Ave», Virgen alma,
mudando el nombre de Eva,
paces divinas trata.
La vista restituye,
las cadenas desata,
todos los males quita,
todos los bienes causa.
Muéstrate madre, y llegue
por ti nuestra esperanza
a quien, por darnos vida,
nació de tus entrañas.
Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
libres de culpa, infunde
virtud humilde y casta.
Vida nos presta pura,
camino firme allana,
que quien a Jesús llega
eterno gozo alcanza.
Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
una a los tres le demos,
y siempre eternas gracias. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. (T. P. Aleluya.)
Salmo 121
LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
Os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo. (Hb 12, 22)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Se puede repetir la antífona.
Ant. 2. Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. (T. P. Aleluya.)
Salmo 126
EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS
Sois edificación de Dios. (1 Co 3, 9)
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Se puede repetir la antífona.
Ant. 3. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. (T. P. Aleluya.)
Cántico (Ef 1, 3-10)
PLAN DIVINO DE LA SALVACIÓN
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas
tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Se puede repetir la antífona.
LECTURA BREVE Ga 4, 4-5)
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
RESPONSORIO BREVE
Fuera del tiempo pascual:
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. El Señor está contigo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
Tiempo pascual:
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. Aleluya, aleluya.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. Aleluya, aleluya.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. Aleluya, aleluya.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Dichosa tú, María, que has creído; porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. (T. P. Aleluya)
PRECES
Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
O bien:
Mira a la llena de gracia y escúchanos.
Señor, Dios nuestro, admirable siempre en tus obras, que has querido que la inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
haz que todos tus hijos deseen y caminen hacia esta misma gloria.
Tú que nos diste a María por madre, concede por su mediación salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores
y a todos abundancia de salud y de paz.
Tú que hiciste de María la llena de gracia,
concede la abundancia de tu gracia a todos los hombres.
Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que coronaste a María como reina del cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.
Confiando en el Señor, que hizo obras grandes en María, pidamos al Padre que colme también de bienes al mundo hambriento: Padre nuestro.
O bien:
Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
O bien:
Mira a la llena de gracia y escúchanos.
Tú que hiciste de María la madre de misericordia,
haz que los que viven en peligro o están tentados sientan su protección maternal.
Tú que encomendaste a María la misión de madre de familia en el hogar de Jesús y de José,
haz que por su intercesión todas las madres fomenten en sus hogares el amor y la santidad.
Tú que fortaleciste a María cuando estaba al pie de la cruz y la llenaste de gozo en la resurrección de su Hijo,
levanta y robustece la esperanza de los decaídos.
Tú que hiciste que María meditara tus palabras en su corazón y fuera tu esclava fiel,
por su intercesión haz de nosotros siervos fieles y discípulos dóciles de tu Hijo.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Tú que coronaste a María como reina del cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
Oración
Se dice la oración propia o, en su defecto, una de las siguientes:
Tiempo ordinario:
Señor Dios todopoderoso, haz que, por la intercesión de santa María, la Virgen, nosotros, tus hijos, gocemos de plena salud de alma y cuerpo, vivamos alegres en medio de las dificultades del mundo
y alcancemos la felicidad de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Perdona, Señor, las culpas de tus fieles y haz que quienes no logramos agradarte con nuestros actos seamos salvados por la intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina contigo.
O bien:
Ven en ayuda de nuestra debilidad, Dios de misericordia, y haz que, al recordar hoy a la Madre de tu Hijo, por su intercesión nos veamos libres de nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Que venga en nuestra ayuda, Señor, la poderosa intercesión de la Virgen María; así nos veremos libres de todo peligro y gozaremos de tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Concédenos, Señor, la valiosa intercesión de la Virgen María, cuya gloriosa memoria hoy celebramos, y danos parte en los dones de tu amor por la intercesión de aquella a la que hiciste llena de gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
O bien:
Te pedimos, Señor, que la maternal intercesión de la Madre de tu Hijo libre de los males del mundo y conduzca a los gozos de tu reino a los fieles que se alegran al saberse protegidos por la Virgen María. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Tiempo de Adviento:
Señor, Dios nuestro, que ante el anuncio del ángel quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de la Virgen María, escucha nuestras súplicas, y haz que sintamos la ayuda de María pues creemos que ella es la verdadera madre de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo.
Tiempo de Navidad:
Señor, Dios nuestro, que por la maternidad virginal de María has dado a los hombres los tesoros de la salvación, haz que sintamos la intercesión de la Virgen Madre, pues por ella recibimos ya al autor de la vida, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Que vive y reina contigo.
Tiempo de Cuaresma:
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Perdona, Señor, los pecados de tus fieles y, ya que nuestros actos no pueden complacerte, sálvanos por intercesión de la Madre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina contigo.
Tiempo pascual:
Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
Completas
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.
HIMNO
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.
O bien:
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.
Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Salmo 4
ACCIÓN DE GRACIAS
El Señor hizo maravillas al resucitar a Jesucristo de entre los muertos. (S. Agustín)
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis, reflexionad
en el silencio de vuestro lecho;
ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.
Hay muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me hacer vivir tranquilo.
Ant. 1: Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
Ant. 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
Salmo 133
ORACIÓN VESPERTINA EN EL TEMPLO
Alabad al Señor, sus siervos todos, los que le teméis, pequeños y grandes. (Ap 19, 5)
Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor:
Levantad las manos hacia el santuario,
y bendecid al Señor.
El Señor te bendiga desde Sión:
el que hizo cielo y tierra.
Ant. 2: Durante la noche, bendecid al Señor.
LECTURA BREVE Dt 6, 4-7
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria;
se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Oración
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
CONCLUSIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
I
Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
II
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
III
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
IV
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.
MEMORIA DE SANTA MARÍA « IN SABBATO»
En los sábados del tiempo ordinario se puede celebrar la memoria libre de santa María.
Oficio de Lectura
HIMNO
Llena de rosas mi herida,
llena de estrellas mis ojos,
llena de paz mis abrojos,
llena de gracia mi vida
y, de esplendor revestida,
ven a mí en la última hora,
a cerrar, Consoladora,
mis ojos, fijos en ti
y, vaciándome de mí,
lléname de ti, Señora. Amén.
SALMODIA
Ant. 1: antífonas y salmos de la feria correspondiente
PRIMERA LECTURA
de la feria
SEGUNDA LECTURA
Como segunda lectura puede tomarse una cualquiera del común de la Santísima Virgen María, la del 22 de agosto, la del 7 de octubre, la del 21 de noviembre, o bien la del sábado correspondiente, con sus respectivos responsorios.
También puede tomarse una cualquiera de las siguientes lecturas:
De los sermones de san Proclo de Constantinopla, obispo
(Sobre la Natividad del Señor, 1-2: PG65, 843-846)
EL AMIGO DE LOS HOMBRES SE HA HECHO HOMBRE NACIENDO DE LA VIRGEN
Alégrense los cielos, y las nubes destilen la justicia, porque el Señor se ha
apiadado de su pueblo. Alégrense los cielos, porque, al ser creados en el
principio, también Adán fue formado de la tierra virgen por el Creador,
mostrándose como amigo y familiar de Dios. Alégrense los cielos, porque ahora,
de acuerdo con el plan divino, la tierra ha sido santificada por la encarnación
de nuestro Señor, y el género humano ha sido liberado del culto idolátrico. Las
nubes destilen la justicia, porque hoy el antiguo extravío de Eva ha sido
reparado y destruido por la pureza de la Virgen María y por el que de ella ha
nacido, Dios y hombre juntamente. Hoy el hombre, cancelada la antigua condena,
ha sido liberado de la horrenda noche que sobre él pesaba.
Cristo ha nacido de la Virgen, ya que de ella ha tomado carne, según la libre
disposición del plan divino: La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros;
por esto la Virgen ha venido a ser madre de Dios. Y es virgen y madre al mismo
tiempo, porque ha dado a luz a la Palabra encarnada, sin concurso de varón; y
así, ha conservado su virginidad por la acción milagrosa de aquel que de este
modo quiso nacer. Ella es madre, con toda verdad, de la naturaleza humana de
aquel que es la Palabra divina, ya que en ella se encarnó, de ella salió a la
luz del mundo, identificado con nuestra naturaleza, según su sabiduría y
voluntad con las que obra semejantes prodigios. De ellos según la carne procede
Cristo, como dice san Pablo.
En efecto, él fue, es y será siempre el mismo; mas por nosotros se hizo hombre;
el amigo de los hombres se hizo hombre sin sufrir por eso menoscabo alguno en su
divinidad. Por mí se hizo semejante a mí, se hizo lo que .no era aunque
conservando lo que era. Finalmente, se hizo hombre para cargar sobre sí el
castigo por nosotros merecido y hacernos de esta manera capaces de la adopción
filial y otorgamos aquel reina, del cual pedimos que nos haga dignos la gracia y
misericordia del Señor Jesucristo, al cual junto con el Padre y el Espíritu
Santo, pertenece la gloria, el honor y el poder, ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
Responsorio Sal 71, 6. 19; Ap 21, 3
R. Que baje como lluvia sobre el césped. * Que la gloria de Dios llene la tierra.
V. Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre ellos; ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos.
R. Que la gloria de Dios llene la tierra.
o bien esta otra:
De los Sermones del beato Guerrico, abad
(Sermón 1, En la Asunción dE santa María: PL 185, 187-189)
MARÍA, MADRE DE CRISTO Y MADRE DE LOS CRISTIANOS
Un solo hijo dio a luz María, el cual, así como es Hijo único del Padre
celestial, así también es el hijo único de su madre terrena. Y esta única virgen
y madre, que tiene la gloria de haber dado a luz al Hijo único del Padre,
abarca, en su único hijo, a todos los que son miembros del mismo; y no se
avergüenza de llamarse madre de todos aquellos en los que ve formado o sabe que
se va formando Cristo, su hijo.
La antigua Eva, más que madre madrastra, ya que dio a gustar a sus hijos la
muerte antes que la luz del día, aunque fue llamada madre de todos los
vivientes, no justificó este apelativo; María, en cambio, realizó plenamente su
significado, ya que ella, como la Iglesia de la que es figura, es madre de todos
los que renacen a la vida. Es, en efecto, madre de aquella Vida por la que todos
viven, pues al dar a luz esta Vida, regeneró en cierto modo a todos los que
habían de vivir por ella.
Esta santa madre de Cristo, como sabe que, en virtud de este misterio, es madre
de los cristianos, se comporta con ellos con solicitud y afecto maternal, y en
modo alguno trata con dureza a sus hijos, como si no fuesen suyos, ya que sus
entrañas, una sola vez fecundadas, aunque nunca agotadas, no cesan de dar a luz
el fruto de piedad.
Si el Apóstol de Cristo no deja de dar a luz a sus hijos, con su solicitud y
deseo piadoso, hasta ver a Cristo formado en ellos, ¿cuánto más la madre de
Cristo? Y Pablo los engendró con la predicación de la palabra de verdad con que
fueron regenerados; pero María de un modo mucho más santo y divino, al engendrar
al que es la Palabra en persona. Es ciertamente digno de alabanza el ministerio
de la predicación de Pablo; pero es más admirable y digno de veneración el
misterio de la generación de María.
Por eso vemos cómo sus hijos la reconocen por madre, y así, llevados por un
natural impulso de piedad y de fe, cuando se hallan en alguna necesidad o
peligro, lo primero que hacen es invocar su nombre y buscar refugio en ella,
como el niño que se acoge al regazo de su madre. Por esto creo que no es un
desatino el aplicar a estos hijos lo que el profeta había prometido: Tus hijos
habitarán en ti; salvando, claro está, el sentido originario que la Iglesia da a
esta profecía.
Y si ahora habitamos al amparo de la madre del Altísimo, vivamos a su sombra,
como quien está bajo sus alas, y así después reposaremos en su regazo, hechos
partícipes de su gloria. Entonces resonará unánime la voz de los que se alegran
y se congratulan con su madre: Y cantarán mien. tras danzan: Todas mis fuentes
están en ti, santa Madre de Dios.
Responsorio Mt 1, 20. 21; Mi 5, 3
R. Lo concebido en María es obra del Espíritu Santo; dará a luz un Hijo. * Él salvará a su pueblo de los pecados.
V. La Madre dará a luz, y el resto de sus hermanos retornarán.
R. ÉI salvará a su pueblo de los pecados.
o bien esta otra:
De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo
(Sobre el cementerio y la cruz, 2: PG 49, 396)
ADÁN Y CRISTO, EVA Y MARÍA
¿Te das cuenta, qué victoria tan admirable? ¿Te das cuenta de cuán esclarecidas
son las obras de la cruz? ¿Puedo decirte algo más maravilloso todavía? Entérate
cómo ha sido conseguida esta victoria, y te admirarás más aún. Pues Cristo
venció al diablo valiéndose de aquello mismo con que el diablo había vencido
antes, y lo derrotó con las mismas armas que él había antes utilizado. Escucha
de qué modo.
Una virgen, un madero y la muerte fueron el signo de nuestra derrota. Eva era
virgen, porque aún no había conocido varón; el madero era un árbol; la muerte,
el castigo de Adán. Mas he aquí que de nuevo una Virgen, un madero y la muerte,
antes signo de derrota, se convierten ahora en signo de victoria. En lugar de
Eva está María; en lugar del árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol
de la cruz; en lugar de la muerte de Adán, la muerte de Cristo.
¿Te das cuenta de cómo el diablo es vencido en aquello mismo en que antes había
triunfado? En un árbol el diablo hizo caer a Adán, en un árbol derrotó Cristo al
diablo. Aquel árbol hacía descender a la región de los muertos; éste, en cambio,
hace volver de este lugar a los que a él habían descendido. Otro árbol ocultó la
desnudez del hombre, después de su caída; éste, en cambio, mostró a todos,
elevado en alto, al vencedor, también desnudo. Aquella primera muerte condenó a
todos los que habían de nacer después de ella; esta segunda muerte resucitó
incluso a los nacidos anteriormente a ella. ¿Quién podrá contar las hazañas de
Dios? Una muerte se ha convertido en causa de nuestra inmortalidad: éstas son
las obras esclarecidas de la cruz,
¿Has entendido el modo y significado de esta victoria? Entérate ahora cómo esta
victoria fue lograda sin esfuerzo ni sudor por nuestra parte. Nosotros no
tuvimos que ensangrentar nuestras armas, ni resistir en la batalla, ni recibir
heridas, ni tan siquiera vimos la batalla, y, con todo, obtuvimos la victoria;
fue el Señor quien luchó, y nosotros quienes hemos sido coronados. Por tanto, ya
que la victoria es nuestra, imitando a los soldados, cantemos hoy, llenos de
alegría, las alabanzas de esta victoria, y alabemos al Señor, diciendo: La
muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón?
Éstos son los admirables beneficios de la cruz en favor nuestro: la cruz es el
trofeo eri¡:¡ido contra los demonios, la espada contra el pecado, la espada con
la que Cristo atravesó a la serpiente; la cruz es la voluntad del Padre, la
gloria de su Hijo único, el júbilo del Espíritu Santo, el ornato de los ángeles,
la seguridad de la Iglesia, el motivo de gloriarse de Pablo, la protección de
los santos, la luz de todo el orbe.
Responsorio
R. Por voluntad del Señor, que quiso restablecer nuestra dignidad,
* Eva engendró a María, como una espina a una rosa.
V. Para que la virtud cubriera el pecado, y la gracia remediara la culpa.
R. Eva engendró a María, como una espina a una rosa.
o bien esta otra:
De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo
(Núms. 63-65)
MARÍA, TIPO DE LA IGLESIA
La Bienaventurada Virgen, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina,
con la que está unida al Hijo redentor, y por sus singulares gracias y dones,
está. unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la
Iglesia, como ya enseñaba san Ambrosio, a saber: en el orden de la fe, de la
caridad y de la perfecta unión con Cristo.
Porque en el misterio de la Iglesia, que con razón también es llamada madre y
virgen, la Bienaventurada Virgen María la precedió, mostrando en forma eminente
y singular el modelo de la virgen y de la madre, pues creyendo y obedeciendo,
engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y esto sin conocer varón,
cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como nueva Eva, prestando fe, no
adulterada por duda alguna, no a la antigua serpiente, sino al mensaje de Dios.
Dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó como primogénito entre muchos
hermanos, a saber: los fieles a cuya generación y educación coopera con materno
amor.
Ahora bien, la Iglesia, contemplando su arcana santidad e imitando su caridad, y
cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, también ella es hecha madre, por la
palabra de Dios fielmente recibida; en efecto, por la predicación y el bautismo
engendra para la vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu
Santo y nacidos de Dios. y también ella es virgen que custodia pura e
íntegramente la fe prometida al Esposo e imitando a la madre de su Señor, por la
virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente la fe íntegra, la sólida
esperanza, la sincera caridad. Mientras que la Iglesia en la Santísima Virgen ya
llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga, los fieles,
en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santidad venciendo al pecado; y por
eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad de los
elegidos como modelo de virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre
ella y contemplándola en la luz de la Palabra hecha hombre, llena de veneración,
entra más profundamente en el sumo misterio de la encarnación y se asemeja más y
más a su Esposo.
Porque María, que, habiendo entrado íntimamente en la historia de la salvación,
en cierta manera une y refleja en sí las más grandes exigencias de la fe,
mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su Hijo y su
sacrificio y hacia el amor del Padre. La Iglesia, a su vez, buscando la gloria
de Cristo, se hace más semejante a su excelso modelo, progresando continuamente
en la fe, la esperanza y la caridad, buscando y obedeciendo en todas las cosas
la divina voluntad.
Por lo cual, también en su obra apostólica con razón la Iglesia mira hacia
aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la
Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los
corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto
materno, que debe animar también a quienes, en la misión apostólica de la
Iglesia, cooperan para regenerar a los hombres.
Responsorio
R. Por la Virgen María se manifestó a los creyentes la salvación del mundo.
* Su vida ínclita embellece a toda la Iglesia.
V. Celebremos con todo nuestro afecto la conmemoración de la santísima Virgen María.
R. Su vida ínclita embellece a toda la Iglesia.
La oración conclusiva como en las Laudes
CONCLUSIÓN
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
Laudes
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Puede añadirse el salmo invitatorio, con la siguiente antífona:
Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen.
O bien:
Aclamemos al Señor en esta conmemoración de María Virgen.
HIMNO
María, pureza en vuelo,
Virgen de vírgenes, danos
la gracia de ser humanos
sin olvidarnos del cielo.
Enséñanos a vivir,
ayúdenos tu oración,
danos en la tentación
la gracia de resistir.
Honor a la Trinidad
por esta limpia victoria,
y gloria por esta gloria
que alegra la cristiandad. Amén.
Las antífonas y los salmos se toman del sábado correspondiente.
LECTURA BREVE (Ga 4, 4-5)
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
RESPONSORIO BREVE
V. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta.
R. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta.
V. Madre de Dios, intercede por nosotros.
R. ¡Oh Virgen!, has permanecido intacta.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Después del parto, ¡oh Virgen!, has permanecido intacta.
O bien: (Is 61, 10)
Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como a una novia que se adorna con sus joyas.
V. El Señor la eligió y la predestinó.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
V. La hizo morar en su templo santo.
R. Y la predestinó.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor la eligió y la predestinó.
O bien: (Ap 12, 1)
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
V. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
R. El Señor está contigo.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Antífona:
Celebremos con todo nuestro afecto la conmemoración de la santísima Virgen María, para que ella interceda por nosotros ante nuestro Señor Jesucristo.
O bien: El Señor te ha bendecido, santa Virgen María, más que a todas las mujeres de la tierra.
O bien: Tú has engendrado, Virgen inmaculada, al que ha venido del cielo y has dado un Salvador al mundo; así nos ha sido devuelta la vida que habíamos perdido.
O bien: Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres. Aleluya.
O bien: Virgen inmaculada y santa, ninguna alabanza es digna de ti, pues por ti hemos recibido a nuestro Redentor, Jesucristo nuestro Señor.
O bien: Tú eres la gloria de Jerusalén; tú, la alegría de Israel; tú, el orgullo de nuestra raza.
PRECES
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Sol de justicia, a quien María Virgen precedía cual aurora luciente,
haz que vivamos siempre iluminados por la claridad de tu presencia.
Palabra eterna del Padre, tú que elegiste a María como arca de tu morada,
líbranos de toda ocasión de pecado.
Salvador del mundo, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz,
por su intercesión concédenos compartir con alegría tus padecimientos.
Señor Jesús, que colgado en la cruz entregaste María a Juan como madre,
haz que nosotros vivamos también como hijos suyos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
O bien:
Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
Salvador del mundo, tú que con la eficacia de tu redención preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado,
líbranos también a nosotros de toda culpa.
Redentor nuestro, tú que hiciste de la inmaculada Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo,
haz también de nosotros templos de tu Espíritu.
Palabra eterna del Padre, que enseñaste a María a escoger la parte mejor,
ayúdanos a imitarla y a buscar el alimento que perdura hasta la vida eterna.
Rey de reyes, que elevaste contigo a tu Madre en cuerpo y alma al cielo,
haz que aspiremos siempre a los bienes celestiales.
Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina,
danos el gozo de tener parte en su gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Según el mandato del Señor, digamos confiadamente: Padre nuestro.
Se dice una de las oraciones del tiempo ordinario del Común de la Santísima Virgen María
hora intermedia
de la feria
I Vísperas
del domingo